Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados. Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.
Sal 32
Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Hb 11, 1-2. 8-19
Hermanos, Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar. Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse «su Dios» y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Lc 12, 32-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?». El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: “Mi señor tardará en llegar”, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.
El Significado de las Escrituras: Un Llamado a la Fe, la Vigilancia y la Esperanza
Las lecturas bíblicas de Sabiduría 18:6-9, Salmo 32, Hebreos 11:1-2, 8-19 y Lucas 12:32-48, aunque extraídas de diferentes libros y contextos de la Biblia Católica, convergen en un mensaje poderoso y unificado sobre la fe inquebrantable en las promesas de Dios, la necesidad de una vigilancia constante y la alegre esperanza en la salvación. En su conjunto, estas escrituras trazan un camino para el creyente, anclado en la confianza en Dios y orientado hacia la venida definitiva de su Reino.
Sabiduría 18, 6-9: La Noche de la Liberación y la Fe en la Promesa
Este pasaje del libro de la Sabiduría rememora la noche de la Pascua, un evento fundamental en la historia de Israel. Describe cómo la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto fue anunciada de antemano a sus antepasados. Esta premonición les infundió una "valiente seguridad", pues sabían que las promesas en las que habían creído se cumplirían. La misma noche que trajo la salvación a los justos, significó la perdición para sus enemigos.
Significado: La esencia de este texto radica en la fe en la palabra de Dios. Los israelitas no solo fueron liberados por un acto de poder divino, sino que su liberación fue precedida por una promesa que nutrió su esperanza. El sacrificio secreto y el pacto unánime de compartir bienes y peligros reflejan una comunidad unida por una fe común en las promesas divinas, un tema que resonará en las otras lecturas.
Salmo 32: La Dicha del Perdón y la Confianza en Dios
El Salmo 32 es un himno a la misericordia de Dios y a la bienaventuranza que encuentra aquel cuyo pecado es perdonado. El salmista describe la angustia que sentía al callar su culpa y el alivio y la alegría que experimentó al confesar su pecado y recibir el perdón de Dios. El salmo concluye con una exhortación a los justos a alegrarse y confiar en el Señor, quien es refugio y guía.
Significado: Este salmo subraya la importancia de una relación sincera y abierta con Dios. La confianza (un aspecto clave de la fe) es lo que permite al pecador acercarse a Dios para recibir el perdón y la sanación. Esta confianza no es pasiva, sino que se traduce en una alegría y una seguridad que protegen al creyente de la angustia, reforzando la idea de que la relación con Dios es una fuente de paz y seguridad.
Hebreos 11, 1-2. 8-19: La Fe, Certeza de lo que no se Ve
Este célebre pasaje de la Carta a los Hebreos ofrece una definición clásica de la fe: "Lafeeslacertezadeloqueseespera,laconviccioˊndeloquenoseve". Para ilustrar esta definición, el autor presenta el ejemplo paradigmático de Abraham. Por la fe, Abraham obedeció el llamado de Dios a dejar su tierra sin saber a dónde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, esperando "la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios". Y, de manera culminante, por la fe, estuvo dispuesto a sacrificar a su único hijo, Isaac, confiando en que Dios era poderoso incluso para resucitarlo de entre los muertos.
Significado: Hebreos 11 eleva la fe a un principio fundamental de la vida del creyente. No es un mero sentimiento, sino una firme seguridad en las promesas de Dios, incluso cuando la realidad presente parece contradecirlas. La fe de Abraham es un modelo de obediencia radical y confianza absoluta. Este pasaje enseña que la fe nos permite ver más allá de lo visible y vivir en la esperanza de un futuro prometido por Dios.
Lucas 12, 32-48: El Tesoro en el Cielo y la Vigilancia del Siervo Fiel
En este pasaje del Evangelio, Jesús se dirige a sus discípulos, llamándolos "pequeño rebaño" y asegurándoles que el Padre se complace en darles el Reino. Les insta a no temer y a vender sus bienes para dar limosna, acumulando así un "tesoro inagotable en el cielo". A continuación, Jesús utiliza la parábola de los siervos que esperan el regreso de su señor de una boda. Los siervos que son encontrados vigilantes y preparados a la llegada de su amo serán recompensados grandemente, mientras que aquellos que descuidan sus deberes serán castigados.
Significado: Este evangelio conecta la fe y la esperanza con la acción y la vigilancia. La certeza del Reino venidero debe llevar al desapego de las posesiones materiales y a una vida de caridad. La parábola de los siervos es una clara advertencia sobre la necesidad de estar siempre preparados para la venida del Señor, que puede ser en cualquier momento. La fidelidad no se mide solo en la creencia, sino en la conducta diaria y en el cumplimiento responsable de las tareas encomendadas. A quien más se le ha dado, más se le exigirá.
Significado en Conjunto: Un Camino de Fe Activa y Esperanza Vigilante
Leídas en conjunto, estas cuatro escrituras componen una catequesis integral sobre la vida cristiana. El hilo conductor que las une es la fe, pero una fe que no es estática, sino dinámica y multifacética:
Una fe que nace de la promesa divina y la memoria de la salvación (Sabiduría): Recordar los actos salvíficos de Dios en el pasado fortalece nuestra confianza en sus promesas para el futuro.
Una fe que lleva a la confianza y a la intimidad con Dios (Salmo 32): La relación con Dios se profundiza a través de la honestidad, el arrepentimiento y la confianza en su misericordia.
Una fe que es certeza de lo invisible y que se demuestra en la obediencia (Hebreos): La fe nos permite vivir orientados hacia una realidad que aún no vemos, pero en la que confiamos plenamente, llevándonos a actuar en consecuencia, como Abraham.
Una fe que se traduce en vigilancia, desapego y servicio (Lucas): La esperanza en la venida del Señor nos impulsa a vivir de manera responsable, con las "lámparas encendidas", sirviendo a los demás y manteniendo nuestra atención en los bienes eternos.
En definitiva, el mensaje conjunto es un llamado a vivir como el "pequeño rebaño" de Cristo: sin miedo, con una fe robusta como la de Abraham, encontrando alegría en la misericordia de Dios y esperando activamente el regreso del Señor, no con ansiedad, sino con la diligencia y fidelidad del siervo bueno y prudente. Es un itinerario espiritual que va desde la promesa escuchada hasta la recompensa esperada, un camino que se recorre con la luz de la fe y la fuerza de la esperanza.