En aquellos días, Dios sacó a Abram afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación.
Entonces el Señor le dijo: “Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra”. “Señor, respondió Abrám, ¿cómo sabré que la voy a poseer?”. El Señor le respondió: “Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma”. Él trajo todos estos animales, los cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero no dividió los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron sobre los animales muertos, pero Abrám las espantó.
Al ponerse el sol, Abrám cayó en un profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una densa oscuridad. Cuando se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados.
Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrám diciendo: “Yo he dado esta tierra a tu descendencia, desde el Torrente de Egipto hasta el Gran Río, el río Éufrates.
Sal 26
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz
y mi salvación,
¿a quién voy a tenerle miedo?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién podrá hacerme temblar?
El Señor es mi luz
y mi salvación.
Oye, Señor,
mi voz y mis clamores
y tenme compasión;
el corazón me dice
que te busque
y buscándote estoy.
El Señor es mi luz
y mi salvación.
No rechaces con cólera
a tu siervo,
tú eres mi único auxilio;
no me abandones
ni me dejes solo,
Dios y salvador mío.
El Señor es mi luz
y mi salvación.
La bondad del Señor
espero ver
en esta misma vida.
Ármate de valor y fortaleza
y en el Señor confía.
El Señor es mi luz
y mi salvación.
Fil 3, 17—4, 1
Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que debería avergonzarlos, y sólo aprecian las cosas de la tierra. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.
Lc 9, 28-36
En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Fil 3, 17—4, 1
Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que debería avergonzarlos, y sólo aprecian las cosas de la tierra. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.
Lc 9, 28-36
En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
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1. La Alianza y la Promesa Divina (Génesis 15, 5-12. 17-18):
- Este pasaje narra la alianza de Dios con Abram, donde Dios le promete una descendencia numerosa y la posesión de la tierra.
- Destaca la fidelidad de Dios a sus promesas, incluso en medio de la aparente imposibilidad.
- La visión de la zarza ardiendo simboliza la presencia divina y la naturaleza sagrada de la alianza.
2. La Confianza y la Búsqueda de Dios (Salmo 26):
- Este salmo expresa la confianza del salmista en Dios, incluso en medio de la adversidad.
- Refleja el deseo de habitar en la presencia de Dios y la búsqueda de su rostro.
- Enfatiza la importancia de la integridad y la rectitud ante Dios.
3. La Ciudadanía Celestial y la Esperanza (Filipenses 3, 17—4, 1):
- Este pasaje exhorta a los filipenses a vivir como ciudadanos del cielo, siguiendo el ejemplo de Cristo.
- Advierte contra los que se centran en las cosas terrenales y se alejan de la cruz de Cristo.
- Ofrece la esperanza de la transformación futura y la unión con Cristo en su gloria.
4. La Transfiguración y la Revelación de la Gloria Divina (Lucas 9, 28-36):
- Este pasaje narra la transfiguración de Jesús, donde su gloria divina se revela a sus discípulos.
- Muestra la conexión entre Jesús, la ley (Moisés) y los profetas (Elías).
- La voz del Padre celestial confirma a Jesús como su Hijo amado y ordena escucharlo.
Significado en conjunto:
- La fidelidad de Dios: A través de la alianza con Abram y la transfiguración de Jesús, se revela la fidelidad de Dios a sus promesas y su disposición a manifestar su gloria.
- La respuesta humana: El salmo 26 y la carta a los filipenses destacan la respuesta humana a la iniciativa divina: confianza, búsqueda de Dios, integridad y esperanza en la ciudadanía celestial.
- La centralidad de Cristo: La transfiguración de Jesús y la exhortación de Pablo a seguir su ejemplo subrayan la centralidad de Cristo como revelación de la gloria divina y modelo de vida para los creyentes.
- La esperanza de la gloria futura: Tanto la alianza con Abram como la transfiguración y la carta a los filipenses apuntan a la esperanza de una gloria futura, ya sea la posesión de la tierra prometida o la unión con Cristo en su reino celestial.
En resumen, estas escrituras nos invitan a confiar en la fidelidad de Dios, a buscar su presencia, a vivir como ciudadanos del cielo y a mantener la esperanza en la gloria futura que se revela en Cristo.