DOMINGO 22

Miq 5, 1-4
Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial. Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y él mismo será la paz! Si Asiria invade nuestro país y pisa nuestros palacios, le opondremos siete pastores y ocho príncipes del pueblo.


Sal 79
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos. 
Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate; despierta tu poder y ven a salvarnos. 
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos. 
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste. 
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos. 
Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder. 
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.


Hb 10, 5-10
Hermanos: Al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradan los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije —porque a mí se refiere la Escritura—: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”. Comienza por decir: “No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado”, —siendo así que eso es lo que pedía la ley—; y luego añade: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”. Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.


Lc 1, 39-45
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

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Miqueas 5, 1-4: Un rey saldrá de Belén

El profeta Miqueas nos anuncia que un gobernante poderoso surgirá de Belén, una ciudad pequeña e insignificante. Este gobernante no será un conquistador, sino un pastor que reunirá a su pueblo disperso. La promesa de Miqueas nos invita a creer que Dios actúa a través de lo pequeño y lo humilde. La salvación no vendrá de un ejército poderoso, sino de un niño nacido en un establo.

Salmo 79: Un clamor por la restauración

El salmista eleva un clamor al Señor, pidiendo que vuelva a mirar a su pueblo y lo restaure. A pesar del dolor y la aflicción, el salmista mantiene la esperanza en la misericordia divina. Su oración nos enseña que incluso en los momentos más oscuros, podemos acudir a Dios con confianza.

Hebreos 10, 5-10: El sacrificio perfecto

El autor de la carta a los Hebreos nos recuerda que Jesucristo, al hacerse hombre y ofrecerse en sacrificio, ha cumplido la Ley y ha perfeccionado para siempre a los que son santificados. El sacrificio de Cristo es el cumplimiento de todas las promesas y el fundamento de nuestra fe.

Lucas 1, 39-45: El encuentro de María y Elisabet

En el Evangelio de Lucas, asistimos al encuentro entre María, la madre de Jesús, y Elisabet, la madre de Juan el Bautista. Al escuchar el saludo de María, Elisabet es llena del Espíritu Santo y exclama: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!". Este encuentro es un signo de la obra de Dios que se realiza en la humildad y la fe. María, una joven virgen, es elegida para ser la madre del Salvador.

Reflexión

Estas lecturas nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia vida. ¿Dónde encontramos nuestra esperanza? ¿En qué ponemos nuestra confianza? A menudo buscamos la felicidad en cosas externas, en el éxito, en el poder, en el reconocimiento. Sin embargo, la verdadera felicidad se encuentra en Dios y en la relación con nuestros hermanos.

La humildad de María nos muestra que Dios elige a los pequeños y a los sencillos para realizar grandes cosas. Al igual que María, nosotros estamos llamados a acoger la palabra de Dios en nuestro corazón y a poner nuestra vida al servicio de los demás.

Conclusión

Queridos hermanos, en este tiempo de Adviento, renovemos nuestra esperanza en la venida del Señor. Recordemos que Dios está cerca de nosotros, incluso en los momentos de oscuridad y dificultad. Abramos nuestros corazones a su gracia y permitamos que transforme nuestra vida. Amén.

Oraciones de los fieles:

  • Por el Papa Francisco, para que continúe guiando a la Iglesia con sabiduría y valentía.
  • Por los gobernantes de las naciones, para que trabajen por la justicia y la paz.
  • Por los pobres y los necesitados, para que encuentren consuelo y apoyo.
  • Por nosotros mismos, para que crezcamos en la fe y en el amor.