En aquellos dias, algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse. A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros. Entonces los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la siguiente carta: «Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós».
Sal 66
Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Aleluya.
Ap 21, 10-14. 22-23
Un Angel me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino. Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste. La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero. No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero.
Jn 14, 23-29
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!
Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Hechos 15, 1-2. 22-29: El Concilio de Jerusalén y la unidad en la diversidad.
Este pasaje nos sitúa en un momento crucial de la Iglesia primitiva: el Concilio de Jerusalén. Surge una disputa sobre si los gentiles convertidos al cristianismo deben o no someterse a la ley mosaica, incluida la circuncisión. Los versículos 1-2 describen el origen del conflicto, con algunos venidos de Judea enseñando la necesidad de la circuncisión para la salvación. Los versículos 22-29 narran la decisión tomada por los apóstoles y los ancianos, guiados por el Espíritu Santo. La carta enviada a las iglesias gentiles comunica la resolución: no se les impondrán cargas innecesarias, solo abstenerse de cosas sacrificadas a ídolos, de sangre, de animales sin desangrar y de uniones ilegítimas.
- Tema principal: La unidad de la Iglesia a pesar de las diferencias culturales y de origen. La guía del Espíritu Santo en la toma de decisiones eclesiales. La universalidad de la salvación en Cristo, que no está limitada a las prácticas judías.
Salmo 66: Himno de alabanza y acción de gracias a Dios.
El Salmo 66 es un canto de alabanza universal a Dios por sus obras maravillosas y su poder. Invita a toda la tierra a aclamar a Dios con alegría, a cantar la gloria de su nombre ya contemplar sus hechos portentosos, como el paso del Mar Rojo. También es un salmo de acción de gracias personal por la liberación de la angustia.
- Tema principal: La soberanía y el poder de Dios manifestado en la creación y en la historia de la salvación. La invitación universal a la alabanza. La fidelidad de Dios hacia quienes le temen y claman a Él.
Apocalipsis 21, 10-14. 22-23: La visión de la Nueva Jerusalén.
Este pasaje nos transporta a una visión escatológica de la Iglesia glorificada, representada como la Nueva Jerusalén que desciende del cielo. Se describe su esplendor, sus fundamentos (los doce apóstoles) y sus puertas (las doce tribus de Israel), simbolizando la plenitud del pueblo de Dios. De manera significativa, se destaca la ausencia de un templo físico en la ciudad, porque "el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo" (v. 22), y no necesita sol ni luna, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera (v. 23).
- Tema principal: La consumación de la salvación y la plena comunión con Dios en la Jerusalén celestial. La Iglesia como morada de Dios y del Cordero. La superación de las realidades terrenales en la gloria divina. La importancia de los apóstoles como fundamento de la Iglesia.
Juan 14, 23-29: La morada de Dios en los creyentes y el don de la paz.
En este discurso de despedida, Jesús revela la íntima relación entre Él, el Padre y los que le aman y guardan su palabra. Promete que el Padre y Él harán morada en quienes le aman. Anuncia el envío del Paráclito, el Espíritu Santo, que enseñará y recordará todo lo que Él ha dicho. Les deja su paz, una paz que no es como la del mundo, y les exhorta a no inquietarse ni temer.
- Tema principal: La habitacion de la Santísima Trinidad en el creyente por medio del amor y la obediencia a la palabra de Jesús. La promesa y el papel del Espíritu Santo como guía y consolador. La paz de Cristo como un don distintivo para sus seguidores.
Conexión conjunta de las escrituras:
Estos pasajes, al ser considerados en conjunto, nos presentan un panorama de la acción de Dios en la historia de la salvación, desde la vida de la Iglesia naciente hasta la consumación final, pasando por la alabanza constante a su grandeza y la promesa de su presencia íntima en el creyente.
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La Iglesia peregrina y la Iglesia glorificada: Hechos 15 muestra a la Iglesia en su caminar terrestre, enfrentando desafíos y buscando discernir la voluntad de Dios bajo la guía del Espíritu. Apocalipsis 21 presenta la Iglesia en su estado final de gloria, en perfecta comunión con Dios. Hay una continuidad entre la Iglesia que lucha por la unidad y la que goza de la plenitud en la presencia divina.
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La alabanza como respuesta a la acción de Dios: El Salmo 66 es una respuesta de alabanza a las obras poderosas de Dios en la historia. Esta alabanza se relaciona con los hechos narrados en Hechos 15 (la apertura de la fe a los gentiles es una obra maravillosa de Dios) y anticipa la adoración perpetua en la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21, donde Dios y el Cordero son el centro de la alabanza.
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La presencia de Dios en su pueblo: Juan 14 enfatiza la morada de la Trinidad en los creyentes individuales a través del amor y la obediencia. Esto se proyecta a nivel comunitario en Apocalipsis 21, donde Dios habita con su pueblo en la Nueva Jerusalén. La decisión en Hechos 15, guiada por el Espíritu Santo prometido en Juan 14, permite que la salvación y, por lo tanto, la morada de Dios, se extienda a los gentiles, ampliando el "templo" de Dios a creyentes de todas las naciones.
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El Espíritu Santo como guía y vínculo: Juan 14 resalta el papel del Espíritu Santo en enseñar y recordar las palabras de Jesús. En Hechos 15, la decisión conciliar se toma bajo la inspiración del Espíritu Santo ("Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros..."). Esto subraya cómo el Espíritu Santo capacita a la Iglesia en su misión terrestre y guía a los creyentes hacia la plena comunión con Dios que se describe en Apocalipsis 21.
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La paz de Cristo en medio de las pruebas y como realidad final: Juan 14 ofrece la paz de Cristo a los discípulos en medio de la inminente partida de Jesús. Esta paz es fundamental para la Iglesia que, como vemos en Hechos 15, debe navegar controversias y desafíos. La visión de Apocalipsis 21 implica una paz perfecta y definitiva, donde ya no hay llanto, ni luto, ni dolor.
En resumen, estos pasajes nos presentan un tapiz teológico que abarca la vida presente de la Iglesia, sostenida por la presencia divina y guiada por el Espíritu Santo, llamado a alabar a Dios por sus maravillas, y orientado hacia la esperanza gloriosa de la plena comunión con Él en la Jerusalén celestial. La decisión del Concilio de Jerusalén (Hechos 15) es un ejemplo concreto de cómo la Iglesia, habitada por Dios (Juan 14), bajo la guía del Espíritu Santo, obra para extender la salvación y reunir al pueblo que alabará a Dios por siempre (Salmo 66) en la plenitud de su Reino (Apocalipsis 21).