DOMINGO 3

Ecl 1, 2; 2, 21-23
¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.


Sal 89
Señor, ten compasión de nosotros. 
Tú haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para ti como un día, que ya pasó; como una breve noche. 
Señor, ten compasión de nosotros. 
Nuestra vida es tan breve como un sueño; semejante a la hierba, que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca. 
Señor, ten compasión de nosotros. 
Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo? 
Señor, ten compasión de nosotros. 
Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras. 
Señor, ten compasión de nosotros.


Col 3, 1-5. 9-11
Hermanos, ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría.
Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras, y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.


Lc 12, 13-21
Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia». Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?». Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».


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 Ecl 1, 2; 2, 21-23;  Sal 89;  Col 3, 1-5. 9-11;  Lc 12, 13-21

El mensaje central de estas lecturas es una poderosa advertencia contra el materialismo y una invitación a encontrar el verdadero sentido de la vida en Dios, no en las posesiones terrenales. Nos preguntan: ¿Dónde pones tu corazón y tu seguridad? ¿En las cosas que perecen o en el Dios eterno?

Aquí está el significado de las escrituras en su conjunto, siguiendo el flujo de la Misa:

1. El Problema Humano: La Búsqueda de Sentido (Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23)

«¡Vanidad de vanidades!, dice Qohélet. ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!».

La primera lectura, del libro de Eclesiastés (o Qohélet), establece el problema fundamental. Expone la frustración y el sinsentido de una vida dedicada únicamente al trabajo y la acumulación de bienes. Un hombre trabaja con sabiduría y esfuerzo, pero al final, tiene que dejar el fruto de su trabajo a otro que no se fatigó por ello. Qohélet concluye que esto es "vanidad" (en hebreo, hebel, que significa "soplo", "vapor", "algo pasajero y sin sustancia") y una fuente de angustia.

Mensaje: Esta lectura nos confronta con la vaciedad de las ambiciones puramente mundanas. Si la vida es solo trabajar, acumular y luego morir, ¿cuál es el punto? Pone el escenario para la respuesta que darán las otras lecturas.

2. La Respuesta de la Fe: Refugiarse en Dios (Salmo 89)

«Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación».

El Salmo es la respuesta de la comunidad de fe al dilema existencial de Eclesiastés. Reconoce la brevedad y fragilidad de la vida humana ("Nuestros años se acaban como un suspiro"), pero en lugar de caer en la desesperación, se vuelve a Dios, que es eterno y nuestro único "refugio" seguro. La petición clave del salmo es: "Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato".

Mensaje: La verdadera sabiduría no consiste en acumular más cosas en nuestros cortos años, sino en vivir esos años con la perspectiva de la eternidad, buscando a Dios como nuestra seguridad. Contrapone la "vanidad" de la tierra con la solidez de Dios.

3. La Solución en Cristo: Buscar las Cosas de Arriba (Colosenses 3, 1-5. 9-11)

«Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Pongan el corazón en las cosas de arriba, no en las de la tierra».

San Pablo nos da la solución definitiva y específicamente cristiana. A través del bautismo, hemos "muerto" a esa vida de "vanidad" y hemos "resucitado" a una vida nueva en Cristo. Nuestra verdadera identidad y nuestro verdadero tesoro ya no están en este mundo, sino "escondidos con Cristo en Dios". Por lo tanto, debemos vivir de acuerdo con esta nueva realidad. Pablo es muy práctico: esto significa "dar muerte" a todo lo terrenal, especialmente la avaricia, a la que llama "una forma de idolatría".

Mensaje: La vida cristiana reorienta radicalmente nuestros deseos. Ya no buscamos la seguridad en la tierra, porque nuestra verdadera vida está en el cielo. Acumular riquezas se convierte en idolatría porque es poner un bien creado en el lugar que solo le corresponde a Dios.

4. La Parábola de la Advertencia: El Rico Insensato (Lucas 12, 13-21)

«¡Necio! Esta misma noche te reclamarán la vida. Y lo que has preparado, ¿para quién será? Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

El Evangelio es el clímax y la ilustración perfecta de todas las lecturas. Jesús se niega a mediar en una disputa de herencia, elevando la conversación de lo material a lo espiritual. Advierte: "La vida de uno no depende de la abundancia de sus bienes". La parábola del rico insensato es el retrato del hombre descrito en Eclesiastés. Su único plan es acumular más y más ("construiré graneros más grandes"), pensando que su seguridad y felicidad dependen de su riqueza. Pero Dios lo llama "necio" porque ha olvidado lo más importante: su vida es finita y no es dueño de ella.

Mensaje: Jesús confirma que la verdadera riqueza no es la que se acumula en los graneros, sino la que nos hace "ricos ante Dios". Esto significa una vida de generosidad, fe, justicia y amor, en lugar de una vida de egoísmo y avaricia. El rico insensato fracasó en "adquirir un corazón sensato" (Salmo 89) y no puso su corazón "en las cosas de arriba" (Colosenses 3).


Significado en Conjunto

Leídas juntas, estas escrituras nos guían en un viaje espiritual:

  1. Reconocen la tentación humana universal de buscar sentido en la riqueza y el trabajo (Eclesiastés).

  2. Advierten sobre la necedad y el peligro espiritual de esta mentalidad (Lucas).

  3. Proponen la sabiduría de la fe: reconocer nuestra finitud y poner nuestra confianza en el Dios eterno (Salmo 89).

  4. Revelan la solución final en Cristo: vivir como personas resucitadas, con el corazón y la mente puestos en los valores celestiales, no en los tesoros terrenales que son, en última instancia, "vanidad" (Colosenses).

En resumen, es un llamado a la conversión: dejar de ser "ricos para sí" y empezar a ser "ricos ante Dios".