En aquellos tiempos, un hombre me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.
Entonces me dijo: “Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas partes adonde llegue el torrente.
Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio”.
Sal 45
Un río alegra a la ciudad de Dios.
1Cor 3, 9-11. 16-17
Hermanos, nosotros somos cooperadores de Dios, y ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios.
Según la gracia que Dios me ha dado, yo puse los cimientos como lo hace un buen arquitecto, y otro edifica encima. Que cada cual se fije bien de qué manera construye. El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo.
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
Jn 2, 13-22
En aquel tiempo, se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio». Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar». Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Estas lecturas, en su conjunto, presentan una profunda teología del Templo, mostrando la evolución del lugar de la presencia de Dios entre los hombres.
Este grupo de lecturas se utiliza en la Misa de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán (9 de noviembre), que es la catedral del Papa en Roma y es considerada la "madre" de todas las iglesias del mundo.
El significado conjunto nos lleva en una progresión:
Del Templo físico idealizado (Ezequiel).
Al Templo verdadero que es Cristo (Juan).
Al Templo vivo que es la Iglesia y cada creyente (1 Corintios).
Aquí está el desglose de cada pasaje dentro de ese contexto:
Ez 47, 1-2. 8-9. 12 (El Templo ideal como fuente de vida)
El Pasaje: El profeta Ezequiel tiene una visión del Templo de Jerusalén restaurado. De debajo del Templo brota un pequeño arroyo. A medida que avanza, se convierte en un río caudaloso que sana las aguas del Mar Muerto, y en cuyas orillas crecen árboles que dan fruto y medicina permanentemente.
Significado: Esta es una visión profética y mesiánica. El Templo no es solo un edificio, sino el lugar de donde fluye la gracia de Dios y la vida sobrenatural para sanar y restaurar al mundo. Es una imagen de la abundancia de vida que Dios quiere dar a través de su presencia.
Sal 45 (46) (El río que alegra la ciudad de Dios)
El Pasaje: Este salmo canta sobre Dios como nuestro refugio y fortaleza. Afirma: "Hay un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el santuario del Altísimo".
Significado: Este salmo se usa como respuesta directa a la visión de Ezequiel. Ese "río" que brota del Templo (Ezequiel) es el que "alegra la ciudad de Dios". Refuerza la idea de que la presencia de Dios (en su Templo, en su Ciudad) es fuente de seguridad, alegría y vida.
Jn 2, 13-22 (Cristo es el Templo definitivo)
El Pasaje: Jesús expulsa a los mercaderes del Templo de Jerusalén, diciendo que han convertido la casa de su Padre en un "mercado". Cuando le piden una señal, Él declara: "Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré". El evangelista Juan aclara que "él hablaba del templo de su cuerpo".
Significado: Este es el punto de inflexión. Jesús revela que el Templo de piedra, aunque sagrado, era temporal y un símbolo. Él mismo es el Templo verdadero. La presencia real de Dios ya no está confinada a un edificio, sino que habita en la persona de Jesucristo. Su muerte y resurrección (en tres días) son el acto que establece el nuevo y definitivo Templo.
1Cor 3, 9-11. 16-17 (Nosotros somos el Templo vivo)
El Pasaje: San Pablo escribe a los cristianos de Corinto. Les dice que ellos son "edificio de Dios" y que "nadie puede poner otro cimiento que el que ya está puesto, Jesucristo". Luego pregunta retóricamente: "¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?". Advierte que quien destruya ese templo será destruido por Dios.
Significado: Pablo lleva la revelación de Jesús un paso más allá. Si Cristo es el Templo y nosotros estamos unidos a Él (somos su "Cuerpo"), entonces la Iglesia (la comunidad) y cada creyente individual se convierten también en Templo del Espíritu Santo. El "edificio" que Dios construye ahora no es de piedra, sino de "piedras vivas" (los creyentes), con Cristo como la piedra angular.
Significado en Conjunto
Al celebrar la dedicación de una iglesia física (la Basílica de Letrán), la Iglesia Católica utiliza estas lecturas para recordarnos que el edificio de piedra es solo un símbolo poderoso de una realidad mucho más profunda:
El verdadero Templo es Cristo. Y por el bautismo, nosotros, la Iglesia, nos convertimos en el Templo vivo donde habita el Espíritu Santo, desde donde la gracia (el río de Ezequiel) debe fluir para sanar al mundo.