JUEVES 12

Eclo 24, 23-31
Todo esto es el libro de la Alianza del Dios Altísimo, la Ley que nos prescribió Moisés como herencia para las asambleas de Jacob.
Ella hace desbordar la Sabiduría como el Pisón y como el Tigris en los días de los primero frutos; inunda de inteligencia como el Eufrates y como el Jordán en los tiempos de la cosecha; prodiga la instrucción como el Nilo, como el Guijón en los días de la vendimia.
El primero no terminó de conocerla y el ultimo ni siquiera la vislumbra.
Porque su pensamiento es más vasto que el océano y su designio, más profundo que el gran Abismo.
En cuanto a mí, como un canal que brota de un río, como una acequia, salí a un jardín y dije: “Regaré mi huerta y empaparé mis canteros”. ¡De pronto, mi canal se convirtió en un río, y mi río se transformó en un mar!


Sal 66
Que te alaben, Señor, todos los pueblos. 
Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora. 
Que te alaben, Señor, todos los pueblos. 
Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones. 
Que te alaben, Señor, todos los pueblos. 
Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero. 
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.


Gal 4, 4-7
Hermanos: Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.


Lc 1, 39-48
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz.