JUEVES 30

Rom 8, 31-35. 37-39
Hermanos: ¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.


Sal 108
Sálvame, Señor, por tu bondad. 
Trátame bien, Señor, por ser quien eres y por ser grande tu misericordia, porque yo soy un pobre miserable, que lleva el corazón atribulado. 
Sálvame, Señor, por tu bondad. 
Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame por tu bondad. Que reconozcan aquí tu mano y que tú, Señor, lo has hecho. 
Sálvame, Señor, por tu bondad. 
Mi boca le dará muchas gracias al Señor, lo alabará en medio de la multitud, porque se puso en favor del pobre para salvarle la vida de sus jueces. 
Sálvame, Señor, por tu bondad.


Lc 13, 31-35
En aquel tiempo, se acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte». Él les respondió: «Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan:
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».