Oré al Señor, mi Dios, y le hice esta confesión:
“¡Ah, Señor, Dios, el Grande, el Temible, el que mantiene la alianza y la fidelidad con aquellos que lo aman y observan sus mandamientos! Nosotros hemos pecado, hemos faltado, hemos hecho el mal, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y tus preceptos. No hemos escuchado a tus servidores los profetas, que hablaron en tu Nombre a nuestros reyes, a nuestros jefes, a nuestros padres y a todo el pueblo del país. ¡A ti, Señor, la justicia!
A nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como les sucede en este día a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los que están cerca y a los que están lejos, en todos los países adonde tú los expulsaste, a causa de la infidelidad que cometieron contra ti. ¡A nosotros, Señor, la vergüenza reflejada en el rostro, y también a nuestros reyes, a nuestros jefes y a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti! ¡Al Señor, nuestro Dios, la misericordia y el perdón, porque nos hemos rebelado contra él! Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, para seguir sus leyes, que él puso delante de nosotros por medio de sus servidores los profetas.
Sal 78
No nos trates, Señor, como merecen nuestros pecados.
No recuerdes, Señor,
contra nosotros
las culpas de nuestros padres.
Que tu amor venga pronto
a socorrernos,
porque estamos
totalmente abatidos.
No nos trates, Señor, como
merecen nuestros pecados.
Para que sepan quién eres,
socórrenos,
Dios y salvador nuestro.
Para que sepan quién eres,
sálvanos y perdona
nuestros pecados.
No nos trates, Señor, como
merecen nuestros pecados.
Que lleguen hasta ti
los gemidos del cautivo;
con tu brazo poderoso salva
a los condenados a muerte.
Y nosotros, pueblo tuyo
y ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre
y de generación en generación
te alabaremos.
No nos trates, Señor, como
merecen nuestros pecados.
Lc 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».
Lc 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».