LUNES 28

Ex 32, 15-24. 30-34
En aquellos dias, Moisés emprendió el camino de regreso y bajó de la montaña llevando en sus manos las dos tablas del Testimonio, que estaban escritas de un lado y de otro. Esas tablas eran obra de Dios, y la escritura grabada sobre ellas era escritura de Dios.
Al escuchar el ruido de las aclamaciones que profería el pueblo, Josué dijo a Moisés: “Hay gritos de guerra en el campamento”. Pero Moisés respondió:
“No son cantos de victoria, ni alaridos de derrota; lo que oigo son cantos de coros alternados”.
Cuando Moisés estuvo cerca del campamento y vio el ternero y las danzas, se enfureció, y arrojando violentamente las tablas que llevaba en sus manos, las hizo añicos al pie de la montaña. Después tomó el ternero que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta pulverizarlo. Luego esparció el polvo sobre el agua, y se la hizo beber a los israelitas.
Moisés dijo a Aarón: “¿Qué te ha hecho este pueblo para que lo indujeras a cometer un pecado tan grave?”. Pero Aarón respondió: “Te ruego, señor, que reprimas tu enojo. Tú sabes muy bien que este pueblo está inclinado al mal. Ellos me dijeron: ‘Fabrícanos un dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto’. Entonces les ordené: ‘El que tenga oro que se desprenda de él’. Ellos me lo trajeron, yo lo eché al fuego, y salió este ternero”.
Al día siguiente, Moisés dijo al pueblo: “Ustedes han cometido un gran pecado. Pero ahora subiré a encontrarme con el Señor, y tal vez pueda expiar ese pecado”. Moisés fue a encontrarse nuevamente con el Señor y le dijo: “Por desgracia, este pueblo ha cometido un gran pecado, ya que se han fabricado un dios de oro. ¡Si tú quisieras perdonarlo, a pesar de esto...! Y si no, bórrame por favor del Libro que tú has escrito”. El Señor le respondió: “Yo borraré de mi Libro al que ha pecado contra mí. Y ahora vete. Lleva a este pueblo hasta el lugar que yo te indiqué: mi ángel irá delante de ti. Y cuando llegue el momento, los visitaré para castigarlos por su pecado”.


Sal 105
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo. 
En el Horeb hicieron un becerro, un ídolo de oro, y lo adoraron. Cambiaron al Dios, que era su gloria, por la imagen de un buey que come pasto. 
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo. 
Se olvidaron del Dios que los salvó, y que hizo portentos en Egipto, en la tierra de Cam, mil maravillas y en las aguas del mar Rojo, sus prodigios. 
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo. 
Por eso hablaba Dios de aniquilarlos; pero Moisés, que era su elegido, se interpuso, a fin de que, en su cólera, no fuera el Señor a destruirlos. 
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo.


Mt 13, 31-35
En aquel tiempo, Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa».
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.