MARTES 24

Prov 21, 1-6. 10-13
El corazón del rey es una corriente de agua en manos del Señor: él lo dirige hacia donde quiere.
Al hombre le parece que todo su camino es recto, pero el Señor pesa los corazones.
Practicar la justicia y el derecho agrada al Señor más que los sacrificios.
Los ojos altaneros, el corazón arrogante, la luz de los malvados: todo eso es pecado.
Los proyectos del hombre laborioso son pura ganancia, el que se precipita acaba en la indigencia.
Tesoros adquiridos con engaños son ilusión fugaz de los que buscan la muerte.
El alma del malvado desea el mal, él no se apiada de su prójimo.
El simple se hace sabio cuando se castiga al insolente, y asimila la ciencia cuando se instruye al sabio.
El justo observa la casa del malvado y precipita en la desgracia a los malos.
El que cierra los oídos al clamor del débil llamará y no se le responderá.


Sal 118
Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad. 
Dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor. Dame nueva luz para conocer tu ley y para meditar las maravillas de tu amor. 
Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad. 
He escogido el camino de la lealtad a tu voluntad y a tus mandamientos. Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón. 
Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad. 
Guíame por la senda de tu ley, que es lo que quiero. Cumpliré tu voluntad sin cesar y para siempre. 
Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad.


Lc 8, 19-21
En aquel tiempo, su madre y sus hermanos fueron a verl a Jesús, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte». Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».