Aquella noche Jacob permaneció en el campamento, mientras sus regalos iban delante de él.
Jacob se levantó, tomó a sus dos mujeres, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Iaboc. Después que los hizo cruzar el torrente, pasó también todas sus posesiones.
Entonces se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. Al ver que no podía dominar a Jacob, lo golpeó en la articulación del fémur, y el fémur de Jacob se dislocó mientras luchaban. Luego dijo: “Déjame partir, porque ya está amaneciendo”. Pero Jacob replicó: “No te soltaré si antes no me bendices”. El otro le preguntó: “¿Cómo te llamas?”, “Jacob”, respondió. Él añadió: “En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”. Jacob le rogó: “Por favor, dime tu nombre”. Pero él respondió: “¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?”. Y allí mismo lo bendijo.
Jacob llamó a aquel lugar con el nombre de Peniel, porque dijo: “He visto a Dios cara a cara, y he salido con vida”. Mientras atravesaba Peniel, el sol comenzó a brillar, y Jacob iba rengueando del muslo.
Sal 16
Señor, escucha nuestra súplica.
Señor, hazme justicia
y a mi clamor atiende;
presta oídos a mi súplica,
pues mis labios no mienten.
Señor, escucha
nuestra súplica.
Júzgame tú, Señor,
pues tus ojos miran
al que es honrado.
Examina mi corazón,
revísalo de noche,
pruébame a fuego
y no hallarás malicia en mí.
Señor, escucha
nuestra súplica.
A ti mi voz elevo,
pues sé que me respondes.
Atiéndeme, Dios mío,
y escucha mis palabras;
muéstrame los prodigios
de tu misericordia,
pues a quien acude a ti,
de sus contrarios salvas.
Señor, escucha
nuestra súplica.
Protégeme, Señor,
como a las niñas de tus ojos,
bajo la sombra de tus alas
escóndeme, pues yo, por serte
fiel, contemplaré tu rostro
y al despertarme,
espero saciarme de tu vista.
Señor, escucha
nuestra súplica.
Mt 9, 32-38
En aquel tiempo, en cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Él expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha».
Mt 9, 32-38
En aquel tiempo, en cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Él expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha».