MIERCOLES 19

2Mac 7, 1. 20-31
En aquellos días, fueron arrestaron siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor. Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: “Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo. Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de sí mismos por amor de sus leyes”.
Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó que esas palabras eran un insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su Amigo y le confiaría altos cargos. Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida. Después de mucho insistir, ella accedió a persuadir a su hijo. Entonces, acercándose a él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua materna: “Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié‚ y eduqué‚ dándote el alimento, hasta la edad que ahora tienes. Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera. No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia”.
Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo: “¿Qué esperan? Yo no obedezco el decreto del rey, sino las prescripciones de la Ley que fue dada a nuestros padres por medio de Moisés. Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.


Sal 16
Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas. 
Señor, hazme justicia y a mi clamor atiende; presta oído a mi súplica, pues mis labios no mienten. 
Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas. 
Mis pies en tus caminos se mantuvieron firmes, no tembló mi pisada. A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes. Atiéndeme, Dios mío, y escucha mis palabras. 
Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas. 
Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos, bajo la sombra de tus alas escóndeme, pues yo, por serte fiel, contemplaré tu rostro y al despertarme, espero saciarme de tu vista. 
Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.


Lc 19, 11-28
En aquel tiempo, la gente seguía escuchando a Jesús, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. Él les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: “Háganlas producir hasta que yo vuelva”. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: “No queremos que este sea nuestro rey”.
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más”. “Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades”. Llegó el segundo y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más”. A él también le dijo: “Tú estarás al frente de cinco ciudades”.
Llegó el otro y le dijo: “Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado”. Él le respondió: “Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses”. Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más”. “¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!”. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, traíganlos aquí y mátenlos en mi presencia». Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.


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Aquí tienes un desglose de su significado y explicación.


 Resumen de la Parábola

Jesús cuenta esta historia cuando se acerca a Jerusalén. La gente creía que el Reino de Dios estaba a punto de manifestarse de forma inmediata y espectacular. Jesús usa la parábola para corregir esta idea y explicar que pasará un tiempo antes de su regreso en gloria.

  1. El Noble: Un hombre noble (que representa a Jesús) se va a un país lejano para recibir la investidura real y luego regresar (simbolizando la ascensión de Jesús al cielo y su futura Segunda Venida).

  2. Las Minas: Antes de irse, llama a diez siervos y les da una "mina" a cada uno (una cantidad de dinero). Les da una orden simple: "Negocien con esto hasta que yo vuelva".

  3. El Rechazo: Paralelamente, los conciudadanos del noble lo odian y envían un mensaje diciendo: "No queremos que este reine sobre nosotros" (representando a quienes rechazan a Jesús).

  4. El Regreso y las Cuentas: El noble regresa, ya como rey. Llama a los siervos para ver qué han ganado.

    • Siervo 1: "Señor, tu mina ha producido diez minas más". El rey lo alaba y le da autoridad sobre diez ciudades.

    • Siervo 2: "Señor, tu mina ha producido cinco minas más". El rey le da autoridad sobre cinco ciudades.

    • Siervo 3: "Señor, aquí tienes tu mina. La guardé envuelta en un pañuelo. Tenía miedo de ti, porque eres un hombre severo que tomas lo que no pusiste y cosechas lo que no sembraste".

  5. El Juicio del Siervo: El rey condena a este siervo usando sus propias palabras. Le dice que, si sabía que era severo, al menos debería haber puesto el dinero en el banco para ganar intereses. El rey ordena que le quiten la mina y se la den al que tiene diez.

  6. El Principio: Jesús concluye: "Porque a todo el que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".

  7. El Juicio de los Enemigos: Finalmente, el rey ordena que traigan a los enemigos que no querían que él reinara y los ejecuten (una imagen fuerte del juicio final).


 Significado y Explicación

Esta parábola tiene varias capas de significado, especialmente relevantes en el contexto católico de la fe y las obras.

1. El Reino de Dios no es inmediato

Este es el motivo principal por el que Jesús cuenta la parábola (v. 11). Corrige la expectativa de sus discípulos. Habrá un período de "ausencia" del Rey (el tiempo de la Iglesia, desde la Ascensión hasta la Segunda Venida). No debemos quedarnos sentados esperando, sino ponernos a trabajar.

2. Los Dones de Dios (Las Minas)

La "mina" que recibe cada siervo no es un talento natural, como la inteligencia o la fuerza (esa es la Parábola de los Talentos en Mateo). En esta parábola, todos reciben exactamente lo mismo: una mina.

Esto simboliza los dones de la gracia que todo cristiano recibe por igual en el Bautismo:

  • La fe.

  • La Palabra de Dios (el Evangelio).

  • La gracia santificante.

  • El llamado a la misión.

La pregunta no es cuánto recibiste (todos recibieron lo mismo), sino qué hiciste con lo que recibiste.

3. La Fidelidad Activa (Producir Frutos)

Los siervos buenos "negociaron" (en griego, pragmateuomai, de donde viene "pragmático"). No se quedaron quietos. Invirtieron, trabajaron y produjeron frutos con la gracia dada.

  • En la vida cristiana, esto significa vivir la fe activamente: practicar las obras de misericordia, evangelizar, crecer en virtud, amar al prójimo y usar los sacramentos.

  • La recompensa es proporcional al trabajo: el que produjo diez, recibe diez ciudades. Esto subraya que nuestras acciones en la tierra tienen consecuencias eternas.

4. El Peligro de la Pereza y el Miedo

El tercer siervo es el personaje central de la advertencia. No es castigado por ser "malo" en el sentido de robar o pecar activamente, sino por su omisión e inacción.

  • Guardó la mina: Escondió su fe, no la compartió, no la hizo crecer.

  • Su excusa es el miedo: "Tenía miedo de ti". Ve al rey (Dios) como un tirano severo, no como un señor justo. Esta visión distorsionada de Dios paraliza su capacidad de amar y servir.

  • El castigo es severo: "Al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene". Si no usamos los dones de Dios, los perdemos. Una fe que no se practica, se muere.

5. El Juicio Inevitable

La parábola es clara: habrá un juicio. El Rey regresará y pedirá cuentas. No solo juzgará a sus siervos (la Iglesia), sino también a sus enemigos (aquellos que rechazaron activamente su reinado).

El versículo 27 ("Y a esos enemigos míos...") es una imagen cruda del destino de aquellos que rechazan conscientemente la salvación y la autoridad de Cristo.

  Mensaje Central

La Parábola de las Diez Minas es un llamado urgente a la responsabilidad cristiana. No basta con "no hacer el mal" o simplemente "conservar" la fe como quien guarda algo en un cajón.

Jesús nos ha confiado el tesoro de su gracia y su Evangelio. Él espera que, durante este tiempo antes de su regreso, seamos audaces, creativos y diligentes, "negociando" con esos dones para que produzcan frutos de amor, justicia y salvación en el mundo.