Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio. Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente. Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en los que dirás: “No encuentro en ellos ningún placer”; antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes cargadas de lluvia. En aquel día temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las que miran por las ventanas; se cerrarán las puertas de la calle, mientras declina el ruido del molino; cesará el canto de los pájaros y enmudecerán las que entonan canciones. Entonces se temerán las cuestas empinadas y los terrores acecharán por el camino. El almendro estará florecido, se pondrá pesada la langosta y la alcaparra perderá su eficacia. Porque el hombre se va a su morada eterna, mientras las plañideras rondan por la calle. Sí, acuérdate de él antes que se corte la hebra de plata y se quiebre la ampolla de oro, antes que se haga pedazos el cántaro en la fuente y se rompa la cuerda del aljibe; antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a Dios, porque es él quien lo dio. ¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que vanidad!
Sal 89
Tú eres, Señor, nuestro refugio.
Tú, Señor, haces volver al polvo
a los humanos,
diciendo a los mortales
que retornen.
Mil años son para ti
como un día que ya pasó;
como una breve noche.
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Nuestra vida es tan breve
como un sueño;
semejante a la hierba,
que despunta y florece
en la mañana y por la tarde
se marchita y se seca.
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Enséñanos a ver
lo que es la vida
y seremos sensatos.
¿Hasta cuándo, Señor,
vas a tener
compasión de tus siervos?
¿Hasta cuándo?
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Llénanos de tu amor
por la mañana
y júbilo será la vida toda.
Que el Señor bondadoso
nos ayude y dé prosperidad
a nuestras obras.
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Lc 9, 43-45
En aquel tiempo, todos estaban maravillados de la grandeza de Dios.
Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.
Lc 9, 43-45
En aquel tiempo, todos estaban maravillados de la grandeza de Dios.
Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.