SABADO 26

Eclo 44, 1. 10-15
Elogiemos a los hombres ilustres,   a los antepasados de nuestra raza.
No sucede así con aquellos, los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas.
Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos.
Su descendencia fue fiel a las alianzas y también sus nietos, gracias a ellos.
Su descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá.
Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre sobrevive a través de las generaciones.
Los pueblos proclaman su sabiduría, y la asamblea anuncia su alabanza.


Sal 131
Dios le dará el trono de David, su padre. 
El Señor, que jamás va a retractarse, le ha jurado a David esta promesa: “Pondré sobre tu trono, a uno de tu propia descendencia”. 
Dios le dará el trono de David, su padre. 
Esto es así, porque el Señor ha preferido a Sión como morada: “Aquí está mi reposo para siempre; porque así me agradó, será mi casa”. 
Dios le dará el trono de David, su padre. 
“Haré que brote un vástago a David y encenderé una lámpara a mi ungido; pondré sobre su frente mi diadema; de afrentas llenaré a sus enemigos”. 
Dios le dará el trono de David, su padre.


Mt 13, 16-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.