SABADO 8

Hb 13, 15-17. 20-21
Hermanos, por medio de él, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su Nombre.
Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son sacrificios agradables a Dios.
Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta. Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les reportaría a ustedes ningún provecho. Que el Dios de la paz –el mismo que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre de una Alianza eterna– los capacite para cumplir su voluntad, practicando toda clase de bien. Que él haga en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Sal 22
El Señor es mi pastor, nada me faltará. 
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce, para reparar mis fuerzas. 
El Señor es mi pastor, nada me faltará. 
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. 
El Señor es mi pastor, nada me faltará. 
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. 
El Señor es mi pastor, nada me faltará. 
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida, y viviré en la casa del Señor por años sin término. 
El Señor es mi pastor, nada me faltará.


Mc 6, 30-34
En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.