VIERNES 19

1Tim 6, 2-12
Querido Hermano, y si sus dueños son creyentes, que no los respeten menos por el hecho de ser hermanos. Al contrario, que pongan mayor empeño en servirlos, porque así benefician a hermanos queridos en la fe.
Enseña todo esto, e insiste en ello. Si alguien enseña otra cosa y no se atiene a los preceptos saludables de nuestro Señor Jesucristo, ni a la doctrina que es conforme a la piedad, es un ignorante y un orgulloso, ávido de discusiones y de vanas polémicas. De allí nacen la envidia, la discordia, los insultos, las sospechas malignas y los conflictos interminables, propios de hombres mentalmente corrompidos y apartados de la verdad, que pretenden hacer de la piedad una fuente de ganancias. Sí, es verdad que la piedad reporta grandes ganancias, pero solamente si va unida al desinterés. Porque nada trajimos cuando vinimos al mundo, y al irnos, nada podremos llevar. Contentémonos con el alimento y el abrigo. Los que desean ser ricos se exponen a la tentación, caen en la trampa de innumerables ambiciones, y cometen desatinos funestos que los precipitan a la ruina y a la perdición. Porque la avaricia es la raíz de todos los males, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos.
En lo que a ti concierne, hombre de Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos.


Sal 48
  Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. 
¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas? 
  Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. 
Nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate. No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.
  Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. 
Aunque en vida se felicitaba: “Ponderan lo bien que lo pasas”, irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz. 
  Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.


Lc 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.