Hermanos, si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? ¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes. Incluso, seríamos falsos testigos de Dios, porque atestiguamos que él resucitó a Jesucristo, lo que es imposible, si los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Sal 16
Atiéndeme, Dios mío, y escucha mi oración.
Señor, hazme justicia
y a mi clamor atiende;
presta oído a mi súplica,
pues mis labios no mienten.
Atiéndeme, Dios mío,
y escucha mi oración.
A ti mi voz elevo,
pues sé que me respondes.
Atiéndeme, Dios mío,
y escucha mis palabras;
muéstrame los prodigios
de tu misericordia,
pues a quien acude a ti,
de sus contrarios salvas.
Atiéndeme, Dios mío,
y escucha mi oración..
Protégeme, Señor,
como a las niñas de tus ojos,
bajo la sombra
de tus alas escóndeme,
pues yo, por serte fiel,
contemplaré tu rostro
y al despertarme,
espero saciarme de tu vista.
Atiéndeme, Dios mío,
y escucha mi oración.
Lc 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Lc 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.