VIERNES 31

 Hb 10, 32-39
Queridos hermanos, recuerden los primeros tiempos: apenas habían sido iluminados y ya tuvieron que soportar un rudo y doloroso combate, unas veces expuestos públicamente a injurias y atropellos, y otras, solidarizándose con los que eran tratados de esa manera. Ustedes compartieron entonces los sufrimientos de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían una riqueza mejor y permanente. No pierdan entonces la confianza, a la que está reservada una gran recompensa. Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa. Porque todavía falta un poco, muy poco tiempo, y el que debe venir vendrá sin tardar. El justo vivirá por la fe, pero si se vuelve atrás, dejaré de amarlo. Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino que vivimos en la fe para preservar nuestra alma.


Sal 36
La salvación del justo es el Señor. 
Pon tu esperanza en Dios, practica el bien y vivirás tranquilo en esta tierra. Busca en él tu alegría y te dará el Señor cuanto deseas. 
La salvación del justo es el Señor. 
Pon tu vida en las manos del Señor, en él confía, y hará que tu virtud y tus derechos brillen igual que el sol de mediodía. 
La salvación del justo es el Señor. 
Porque aprueba el camino de los justos, asegura el Señor todos sus pasos; no quedarán por tierra cuando caigan, porque el Señor los tiene de su mano. 
La salvación del justo es el Señor. 
La salvación del justo es el Señor; en la tribulación él es su amparo. A quien en él confía, Dios lo salva de los hombres malvados. 
La salvación del justo es el Señor.


Mc 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».
También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra».
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.