DOMINGO 26

Neh 8, 2-4. 5-6. 8-10
El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo –porque estaba más alto que todos– y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén! ¡Amén!”. Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren”. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: “Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes”.


Sal 18
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna. 
La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo. 
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna. 
En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino. 
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna. 
La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. 
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna. 
Que sean gratas las palabras de mi boca y los anhelos de mi corazón. Haz, Señor, que siempre te busque, pues eres mi refugio y salvación. 
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.


1Cor 12, 12-30
Hermanos, así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: «Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato?
Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito», ni la cabeza, a los pies: «No tengo necesidad de ustedes». Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría.
Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?


Lc 1, 1-4; 4, 14-21
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto». Pero Zacarías dijo al Ángel: «¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada». El Ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo». Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario.


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Un Resumen de Cada Pasaje

  • Nehemías 8, 2-4. 5-6. 8-10: Este pasaje nos transporta a un momento de profundo avivamiento espiritual en la comunidad judía post-exilio. El pueblo se reúne para escuchar la Ley de Dios y experimenta una renovación de su fe y compromiso. Destaca la importancia de la Palabra de Dios para la vida del creyente y la necesidad de comprenderla y aplicarla.

  • Salmo 18: Un hermoso salmo que celebra la protección y el poder de Dios. David, el salmista, expresa su gratitud por haber sido librado del peligro y exalta a Dios como su roca, su fortaleza y su libertador. Este salmo nos invita a confiar plenamente en Dios en todas las circunstancias de la vida.

  • 1 Corintios 12, 12-30: Pablo, en esta carta, explica la diversidad de dones espirituales dentro de la Iglesia. Utiliza la analogía del cuerpo humano para ilustrar cómo cada miembro, aunque diferente, es esencial para el funcionamiento del todo. Este pasaje enfatiza la unidad en la diversidad y la importancia de usar nuestros dones para servir a los demás.

  • Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: Estos versículos nos presentan a Lucas, el evangelista, quien se propone escribir un relato ordenado de la vida de Jesús. En el capítulo 4, vemos a Jesús regresar a su pueblo natal y proclamar el año de gracia del Señor, citando a Isaías. Este pasaje subraya la misión de Jesús de traer salvación y liberación a la humanidad.

El Significado Conjunto

Al analizar estos pasajes en conjunto, podemos identificar varios temas recurrentes:

  • La importancia de la Palabra de Dios: Tanto Nehemías como Lucas enfatizan la centralidad de las Escrituras en la vida del creyente. La Palabra de Dios es fuente de vida, guía y transformación.
  • La unidad en la diversidad: 1 Corintios 12 nos recuerda que la Iglesia es un cuerpo compuesto de miembros diversos, pero unidos por el Espíritu Santo.
  • La obra salvadora de Dios: Tanto el Salmo 18 como el Evangelio de Lucas hablan de la protección, el poder y la misericordia de Dios. Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
  • La necesidad de responder a Dios: Nehemías relata cómo el pueblo respondió a la Palabra de Dios con arrepentimiento y renovación. Lucas muestra a Jesús cumpliendo su misión.

En resumen, estos pasajes nos invitan a:

  • Valorar la Palabra de Dios: Leerla, estudiarla y meditar en ella.
  • Celebrar la unidad de la Iglesia: Reconocer y valorar los dones de los demás.
  • Confiar en Dios: En todas las circunstancias de la vida.
  • Servir a los demás: Usando los dones que Dios nos ha dado.