Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Ángel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos. Él se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia. La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años.
Sal 23
El Señor es el rey de la gloria.
¡Puertas, ábranse
de par en par,
agrándense, portones eternos,
porque va a entrar
el rey de la gloria!
El Señor es el rey de la gloria.
¿Y quién es el rey de la gloria?
Es el Señor, fuerte y poderoso,
el Señor, poderoso en la batalla.
El Señor es el rey de la gloria.
¡Puertas, ábranse
de par en par,
agrándense, portones eternos,
porque va a entrar
el rey de la gloria!
El Señor es el rey de la gloria.
Y ¿quién es el rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos,
es el rey de la gloria.
El Señor es el rey de la gloria.
Hb 2, 14-18
Hermanos, ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, él también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte. Porque él no vino para socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba.
Lc 2, 22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
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Estas escrituras de la Biblia católica, aunque pertenecen a diferentes libros, comparten temas relacionados con la presencia de Dios, la purificación, la guía divina y la manifestación de Jesucristo como Salvador. Aquí te explico el significado en conjunto:
Malaquías 3, 1-4:
Hb 2, 14-18
Hermanos, ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, él también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte. Porque él no vino para socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba.
Lc 2, 22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
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Estas escrituras de la Biblia católica, aunque pertenecen a diferentes libros, comparten temas relacionados con la presencia de Dios, la purificación, la guía divina y la manifestación de Jesucristo como Salvador. Aquí te explico el significado en conjunto:
Malaquías 3, 1-4:
Este pasaje profetiza la venida de un mensajero que preparará el camino para el Señor. Habla de la purificación y refinamiento que traerá el Mesías, comparándolo con el fuego que purifica el oro y la plata. Este texto apunta a la llegada de Jesucristo y su misión de purificar a su pueblo.
Salmo 23:
Este salmo es una expresión de confianza en la providencia y el cuidado de Dios. El salmista describe a Dios como un pastor que guía, protege y provee para sus ovejas. Este texto resalta la relación íntima y confiada entre Dios y su pueblo, y cómo Él está presente en todo momento, incluso en los momentos difíciles.
Hebreos 2, 14-18:
Hebreos 2, 14-18:
Este pasaje explica cómo Jesucristo, al hacerse hombre, compartió nuestra humanidad para liberarnos del poder de la muerte y del pecado. Jesús es presentado como el sumo sacerdote misericordioso que comprende nuestras debilidades y nos ayuda en nuestras pruebas. Este texto enfatiza la solidaridad de Cristo con la humanidad y su papel redentor.
Lucas 2, 22-40:
Lucas 2, 22-40:
Este relato describe la presentación de Jesús en el templo, donde Simeón y Ana reconocen al niño como el Salvador prometido. Simeón profetiza que Jesús será luz para las naciones y gloria de Israel, pero también anuncia que su misión traerá división. Este pasaje subraya el cumplimiento de las promesas de Dios en Jesús y su papel como Salvador universal.
Significado en conjunto:
Estos textos, en su conjunto, nos hablan de la venida de Jesucristo como Salvador y Redentor, quien purifica a su pueblo (Malaquías), nos guía y protege como un pastor (Salmo 23), se hace solidario con nuestra humanidad para liberarnos del pecado y la muerte (Hebreos), y es reconocido como la luz que ilumina a todas las naciones (Lucas). En resumen, estas escrituras nos muestran a Jesús como el cumplimiento de las promesas de Dios, quien viene a purificar, guiar, salvar y revelar la gloria de Dios a toda la humanidad.
Significado en conjunto:
Estos textos, en su conjunto, nos hablan de la venida de Jesucristo como Salvador y Redentor, quien purifica a su pueblo (Malaquías), nos guía y protege como un pastor (Salmo 23), se hace solidario con nuestra humanidad para liberarnos del pecado y la muerte (Hebreos), y es reconocido como la luz que ilumina a todas las naciones (Lucas). En resumen, estas escrituras nos muestran a Jesús como el cumplimiento de las promesas de Dios, quien viene a purificar, guiar, salvar y revelar la gloria de Dios a toda la humanidad.