VIERNES 8

Fil 3, 17—4, 1
Hermanos, sigan mi ejemplo, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que debería avergonzarlos, y sólo aprecian las cosas de la tierra. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.


Sal 121
Vayamos con alegría al encuentro del Señor. 
¡Qué alegría sentí cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor”! Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. 
Vayamos con alegría al encuentro del Señor. 
A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. 
Vayamos con alegría al encuentro del Señor.


Lc 16, 1-8
En aquel tiempo, Jesús decía a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto”. El administrador pensó entonces: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!”. Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”. “Veinte barriles de aceite”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez”. Después preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. “Cuatrocientos quintales de trigo”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo y anota trescientos”. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.



El Mensaje de la Parábola del Administrador Desleal (Lucas 16:1-8)

La parábola del administrador desleal es una de las más intrigantes y a la vez controvertidas de los Evangelios. A primera vista, puede parecer que Jesús está elogiando a un hombre deshonesto. Sin embargo, un análisis más profundo nos revela un mensaje mucho más profundo sobre la sabiduría, la responsabilidad y la preparación para el futuro.

El Contexto de la Parábola

  • Un administrador desleal: Un hombre encargado de administrar los bienes de su amo es acusado de malversación de fondos.
  • Una solución astuta: Ante la inminente pérdida de su empleo, el administrador decide manipular las deudas de los deudores de su amo, asegurando así un favor futuro.

El Mensaje Central

Jesús no está exaltando la deshonestidad del administrador, sino más bien su astucia y previsión. A través de esta historia, Él busca transmitir las siguientes enseñanzas:

  • La sabiduría de los hijos de este siglo: Los "hijos de este siglo" (incrédulos) son más sagaces en sus tratos que los "hijos de la luz" (creyentes). A menudo, los creyentes descuidan los asuntos materiales y temporales, confiando únicamente en Dios. Jesús nos exhorta a ser prudentes en el manejo de nuestros bienes, utilizando nuestra sabiduría para servir a Dios y al prójimo.
  • La necesidad de prepararse para el futuro: El administrador, al anticiparse a su despido, asegura su futuro. De manera similar, los cristianos deben prepararse para el futuro eterno, invirtiendo en bienes que perduren, como las buenas obras y la fe.
  • El uso adecuado de los bienes materiales: Los bienes materiales son un regalo de Dios, y debemos usarlos de manera responsable y generosa. No debemos acumular riquezas para nosotros mismos, sino utilizarlas para ayudar a los demás y para construir el Reino de Dios.

Aplicación en Nuestra Vida

  • Ser buenos administradores: Tanto de nuestros recursos materiales como de los talentos que Dios nos ha dado.
  • Invertir en el futuro eterno: Buscando la justicia de Dios y haciendo el bien a los demás.
  • No confiar solo en las riquezas: Sino en Dios y en su providencia.

En resumen, la parábola del administrador desleal nos invita a ser sabios, prudentes y generosos en el uso de nuestros bienes, siempre teniendo en cuenta el futuro eterno. Aunque la astucia del administrador es cuestionable, su previsión nos sirve como un llamado a la responsabilidad y a la preparación para lo que está por venir.